María y José: Decisiones y sueños en las familias lesbianas y gays


María y José no tenían conciencia de su orientación sexual, al menos como la tenemos hoy en día, ya que vivían en un mundo con categorías muy distintas a las nuestras. Por eso cuando nos aproximamos a ellos a través de los evangelios es tan absurdo insinuar que eran homosexuales como dar por sentada su heterosexualidad. Sin embargo, sorprende ver como las reacciones de María y José ante el ángel de Dios que les anuncia que tendrán un hijo, reflejan muchos de los miedos e inseguridades que las personas LGTBI tienen a la hora de ser madres o padres.

Cuando en el relato de la Anunciación[1], el ángel Gabriel le dice a María: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”, ella responde lo que muchas mujeres lesbianas han interiorizado desde niñas: “¿Cómo será esto?, pues no conozco varón”. La maternidad parece estar ligada inevitablemente a la necesidad de un hombre, de una experiencia heterosexual, por lo que el reconocimiento de la homosexualidad lleva asociado en no pocos casos la renuncia a la maternidad.

Hay muchas mujeres que son conscientes muy pronto de los límites imaginarios con los que el patriarcalismo pretende anularlas, y otras aprenden a reconocerlos cuando deciden tomar ellas mismas la iniciativa, cuando pretenden escoger, elegir lo que desean, lo que quieren ser. En el relato de la Anunciación la divinidad elige a María y le propone ser madre, pero es María la que decide serlo. Es ella la que dice sí al ángel, la que voluntariamente y sabiendo que su decisión la enfrentará a una sociedad que le hará pagar caro su atrevimiento, elige ser madre de una forma poco convencional, poco heterosexual.

“Nada es imposible para Dios”, nada es imposible para quien decide ser madre. El hijo de Dios según la tradición no nació por un accidente, por un impulso sexual irrefrenable; nació como los hijos e hijas de las mujeres lesbianas, de una decisión libre, meditada y consciente. Nació, mirado con los ojos de la fe, del amor que Dios puso en el corazón de María, y que sigue poniendo hoy en el corazón de tantas y tantas mujeres lesbianas. Un amor para el que no hay imposibles y donde se hace presente, se encarna, Dios mismo. La salvación no vino a este mundo por vía heterosexual, sino por la voluntad de una mujer que se saltó esa lógica y eligió ser madre.

En el evangelio de Mateo[2] encontramos la reacción de José cuando el ángel le anuncia que iba a tener un hijo. Para empezar se resiste a acatar la ley[3], lo que estaba establecido, como miles y miles de hombres gays que se niegan a cumplir unas leyes patriarcales que tratan de impedir que sean padres. Tampoco quiere proteger su honor, su nombre manchado por el qué dirán. Se mueve con la determinación de quien quiere conseguir su sueño: “Quería ser padre y tener hijos, ¡mis hijos! Fue un impulso tal que la idea de vivir mi vida sin hijos fue imposible de imaginar[4]”.

Sin embargo José no fue en la dirección correcta, no se dirigió hacia el lugar donde estaba su futuro hijo, sino que huyó. No entendió en aquel momento que la paternidad no viene establecida por la sangre o el ADN, sino por el cuidado, la responsabilidad y el amor. Y mientras intentaba escapar de la voluntad divina, mientras corría hacia el lugar donde le habían dicho que era posible tener hijos, se cansó, se quedó dormido y soñó. Y en sus sueños descubrió que los hijos no se tienen, sino que se reciben, y que Dios iba a darle uno para que lo amase y le acompañase hasta que se convirtiera en un salvador.

Al despertar José se levantó y fue en busca de su hijo, como miles y miles de hombres gays que hoy van en busca de sus hijas, de manera incansable, con temor, pero con determinación. Y al final la encuentran, y ella sale disparada y se lanza en sus brazos, como si les “estuviera esperando desde que entró en el centro, esperando a alguien que la quisiera, esperando a su familia[5]”. Y ellos se dan cuenta de que hace ya mucho tiempo que Dios mismo les había hecho padre e hija.

El cristianismo nos explica que la heterosexualidad no tuvo nada que ver con el nacimiento de la salvación. Dios decidió explorar otra posibilidad para ser madre, para ser padre: el camino del amor y la libertad. El mismo camino que mujeres y hombres LGTBI escogen todos los días para hacer realidad su deseo de ser madres y padres. Y es que cuando creemos al mensajero de Dios, y cuando somos capaces de seguir nuestros sueños, la navidad es posible.

Carlos Osma

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NOTAS:

[1] Lc 1,26-38
[2] Mt 1,18-25
[3] Dt 22,23-24
[4] Borrás, V. “Familias también” (Ediciones Bellaterra. Barcelona 2014), Pág. 187.
[5] Ibíd. 113

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